Trump y Jennifer González: Una alianza peligrosa contra los fondos federales
Por Bianca Morales
La administración de Donald Trump ha comenzado su ataque frontal contra los fondos federales, agregando a su agenda represiva la reducción de presupuestos para servicios esenciales. Sin embargo, la primera pausa a este embate ha llegado de la mano de la jueza federal Loren L. AliKhan, quien determinó suspender temporalmente la medida hasta el 3 de febrero de 2025 a las 5:00 p. m. Mientras tanto, la maquinaria de Trump sigue en marcha, vendiendo la idea de que estos recortes aliviarán la carga económica del gobierno.
El Proyecto 2025, bandera de su campaña, es la hoja de ruta para esta ofensiva. Entre sus objetivos se encuentran: la congelación de subvenciones y préstamos federales, recortes en programas de cambio climático y protección ambiental, reducción del financiamiento para la educación pública y la eliminación progresiva del Departamento de Educación en favor de la privatización. También busca recortar agencias de salud pública, disminuir la asistencia alimentaria (SNAP) y los subsidios de vivienda para personas de bajos ingresos, además de promover la privatización de programas federales para que el capital privado asuma funciones esenciales del Estado.
Hasta el momento, estas no son más que palabras para complacer a su base electoral, que aún cree en sus ilusiones y mentiras. No obstante, las intenciones son claras. “Acabaremos con la equidad marxista”, ha vociferado Trump en sus discursos. Pero la verdadera pregunta es: ¿qué buscan los capitalistas que él representa?
El 23 de enero de 2025, en el Foro Económico Mundial, Trump dejó claro su norte: “No habrá un mejor lugar en la Tierra para crear empleos, construir fábricas o hacer crecer una empresa aquí, en el buen y viejo Estados Unidos”. Un anhelo nostálgico de la burguesía conservadora que puede entenderse en el contexto de los recortes federales. La meta es revivir la era dorada del capitalismo industrial estadounidense, una quimera en tiempos donde el capital financiero ha desplazado al capital productivo.
Fondos federales: la historia de una herramienta para el capital
Para comprender la raíz de esta política, es crucial examinar de dónde provienen estos fondos y cómo han sido utilizados históricamente.
Los fondos federales existen desde la Constitución de 1787, que otorgó al Congreso el poder de recaudar impuestos y distribuir recursos. En el siglo XIX, fueron clave para la expansión territorial y el desarrollo ferroviario. Con el New Deal en los años 30, se usaron para rescatar al capitalismo de la Gran Depresión, fortaleciendo la demanda y regulando los mercados. Durante la Guerra Fría, financiaron la innovación y la industria militar, beneficiando al sector privado. A lo largo de la historia, estos fondos no han sido más que un instrumento para consolidar el poder del gran capital.
Sin embargo, la gran pregunta es quién realmente paga por ellos. La respuesta es clara: la clase trabajadora. Aunque los empresarios contribuyen con impuestos, su verdadera riqueza proviene del trabajo asalariado. La plusvalía generada por los trabajadores/as se convierte en ganancias para los capitalistas, parte de la cual regresa al Estado en impuestos corporativos. Sin embargo, las empresas han perfeccionado la evasión fiscal, trasladando la carga impositiva a la clase obrera.
Trump pretende justificar estos recortes con el argumento de que aliviarán la carga económica del gobierno, pero la realidad es otra: estos fondos son el producto del trabajo de la mayoría obrera y han servido históricamente para beneficiar a la clase económicamente dominante.
El falso debate sobre la justicia de los fondos federales
Ante esta situación, algunos trabajadores podrían preguntarse: ¿es injusto que nuestros impuestos financien servicios para quienes no trabajan? La respuesta es compleja. Sí, es injusto, pero la verdadera injusticia radica en que el capital se apropia de la mayor parte de la riqueza producida por la clase trabajadora, mientras nos enfrenta entre nosotros.
El sistema capitalista nos mantiene divididos: quienes tienen empleo buscan vender su fuerza de trabajo al mejor postor, mientras que los desempleados dependen de fondos federales para sobrevivir. El dilema es estructural: una economía capitalista no puede garantizar pleno empleo sin afectar las tasas de acumulación de capital.
Trump y su camarilla de burgueses buscan devolverle a EE. UU. su capacidad productiva, pero la realidad es que el mundo ya no funciona bajo las mismas reglas del siglo XX. En su afán por reposicionar a EE. UU. como potencia imperialista frente a China, su administración promueve medidas represivas: expulsión de inmigrantes, recorte de beneficios sociales y redirección de fondos públicos hacia el sector privado.
Los fondos federales están en manos de la clase adinerada. Se crearon para eso. El reto no es defender su existencia tal como están, sino transformarlos en beneficio de la clase trabajadora.
El espejismo de la producción y el colapso de Puerto Rico
Trump habla de fomentar la producción, pero ¿cómo puede hacerlo si recorta educación, salud, vivienda y alimentación? Estados Unidos ya tiene una accesibilidad limitada a estos derechos esenciales. La educación y la salud son privilegios de quienes pueden pagarlos. La vivienda es inalcanzable para las mayorías. Eliminar fondos federales solo agudizaría estas desigualdades.
En Puerto Rico, la dependencia de estos fondos es aún más crítica. Durante décadas, la economía colonial ha girado en torno a ellos. Su recorte significaría un colapso social sin precedentes. La gobernadora Jennifer González, quien en su momento dijo no apoyar las redadas contra inmigrantes y se alineó con Trump, afirmando que Puerto Rico no puede estar contra las redadas del gobierno federal para evitar los recortes de los fondos. Su postura refleja la contradicción fundamental del modelo colonial: sin fondos federales, la economía de la isla se desmorona.
El miedo a perderlos ha sido el eje de la lucha electoral en la isla. La Alianza de Victoria Ciudadana y el PIP incluso buscó el respaldo de congresistas imperialistas como Nydia Velázquez y Alexandria Ocasio-Cortez para garantizar su continuidad, sin cuestionar su naturaleza de clase.
Pero la solución no está en seguir apostando a la dependencia. El verdadero desafío es construir una alternativa desde la clase trabajadora, que transforme estos fondos en una herramienta para el desarrollo colectivo y no en limosnas que sostienen la explotación.
Un llamado a la clase trabajadora
La historia no se mueve hacia atrás. No es una línea recta, sino un proceso dinámico. EE. UU. ya tuvo su auge industrial, que le permitió consolidar su capital financiero y convertirse en potencia imperialista. Ese modelo se agotó, por más que Trump quiera revivirlo.
Puerto Rico, atrapado en esta lógica de dependencia, debe mirar más allá. En lugar de rogar por la continuidad de los fondos federales, debemos organizarnos para exigir que se utilicen en función de los intereses de la mayoría trabajadora.
No podemos seguir confiando en las elecciones burguesas para cambiar nuestra realidad. Ni la Alianza expandida ni el bipartidismo nos representarán realmente. La única salida es la organización de la clase trabajadora en comités permanentes de trabajadores y barrios, que construyan una alternativa política desde la base.
¡Por unos fondos económicos que fomenten una economía planificada en función de nuestras necesidades como clase productora de la riqueza!