¿Por qué los latinos votaron por Trump: ¡No es el voto, es el sistema!
Por Isabelino Montes
La administración de Trump ha comenzado a ejecutar políticas abiertamente reaccionarias, y el debate dentro del espectro bipartidista y ciertos sectores de izquierda se centra en un punto: ¿por qué los latinos votaron por Trump? La pregunta, aunque legítima, esconde una trampa ideológica que favorece al mismo sistema que nos oprime. Para responderla, hay que ir más allá del juego electoral y analizar la raíz del problema: la democracia burguesa y su control absoluto sobre las decisiones políticas y económicas.
Los números dejan claro que la mayoría de los latinos votaron por Kamala Harris, no por Trump. De los 16.5 millones de latinos que participaron en las elecciones, el 56% (9.4 millones) votó por los demócratas y el 46% (7.59 millones) lo hizo por los republicanos. Sin embargo, el oportunismo electoralista de los demócratas continuan cuestionandose el por que votaron por Trump. Algunos sectores de izquierda, sin una crítica profunda del sistema electoral capitalista, han caído en repetir este cuestionamiento, que en ocasiones parece como si estuvieran haciendo culpables a los latinos por el voto que ejercieron, desviando la atención de lo que realmente importa: el papel de la burguesía en la explotación y división de la clase trabajadora.
El bipartidismo en EE. UU. es una maquinaria diseñada para garantizar la continuidad del régimen capitalista. Aunque los partidos representan sectores distintos de la clase multimillonaria, su función es la misma: preservar las relaciones de producción que sostienen al capital. La clase obrera no puede seguir cayendo en la trampa de estas divisiones artificiales, porque en última instancia, ambos partidos trabajan para los mismos dueños capitalistas que dominan el sistema económico en que vivimos. Si hay algo que realmente debe preocupar a los trabajadores latinos/as en EE. UU. no es quién ganó las elecciones, sino la creciente precarización del empleo. La necesidad de vender la fuerza de trabajo en un mercado cada vez más hostil genera tensiones dentro de la propia clase obrera. Esto explica por qué una parte significativa del voto latino fue para Trump: los trabajadores/as con residencia legal y los pequeños comerciantes latinos vieron en él una aparente defensa de sus fuentes de empleo frente a la competencia de los inmigrantes sin papeles, quienes ni siquiera pueden votar. No se trata de una traición de clase ni de falta de solidaridad, sino de una dura realidad impuesta por el capitalismo: cuando el empleo se convierte en un bien escaso, la competencia laboral erosiona la unidad de los trabajadores. Trump supo explotar este miedo, prometiendo proteger los empleos de los latinos con estatus legal. Además, apeló a valores conservadores como la religión y el orden, factores que siguen teniendo un peso importante en la identidad de muchos sectores latinos. Mientras tanto, las prioridades políticas de los demócratas no respondieron a las necesidades inmediatas de estos trabajadores, lo que facilitó el avance de la retórica trumpista.
Este mismo fenómeno se repite en Puerto Rico con la Alianza del MCV y el PIP. Culpar a quienes votaron por el PNP de la crisis política y económica es un discurso similar al que los demócratas usan contra los votantes latinos de Trump. Estos discursos pueden malinterpretarse y se comienza a tildar de ignorantes o manipulados a los trabajadores que apoyaron al anexionismo, sin reconocer que detrás de estas decisiones hay condiciones materiales que deben analizarse. El caso de la comunidad dominicana en Puerto Rico es un ejemplo claro. La maquinaria del PNP, con Jennifer González como su principal figura, explotó la vulnerabilidad de esta población, asegurándoles protección frente a las políticas antiinmigrantes de Trump. La realidad es que la comunidad dominicana en la isla no es la responsable de las políticas del PNP ni de su vinculación con el trumpismo. Son víctimas del oportunismo burgués, igual que el resto de la clase trabajadora. Los líderes de la Alianza deben tener cuidado con sus discursos, pues corre el riesgo de alejar al pueblo en lugar de acercarlos a una lucha común contra el verdadero enemigo: el capital.
Los resultados de estas elecciones, tanto en EE. UU. como en Puerto Rico, confirman una vez más la fragilidad de la democracia bajo el capitalismo. La burguesía divide a la clase trabajadora, la enfrenta entre sí y la obliga a escoger entre opciones que solo favorecen a las minorías multimillonarias. No podemos seguir confiando en la vía electoral para cambiar nuestra realidad. Ni una Alianza ampliada ni la alternancia bipartidista detendrán las políticas reaccionarias del capital. La única alternativa real es la construcción de organismos políticos de la clase trabajadora, completamente independientes de los partidos burgueses tradicionales o los llamados alternativos. Esta organización debe materializarse de inmediato a través de comités de trabajadores y de barrios, espacios donde la clase obrera pueda construir su propio poder sin intermediarios.
¡La culpa de la crisis capitalista no es de los trabajadores/as que aún confían en el sistema electoral! La culpa es de quienes se niegan a reconocer la miseria estructural que genera el capitalismo y su democracia burguesa. ¡No más distracciones electorales! ¡Organicemos comités en cada centro de trabajo y en cada comunidad para construir una alternativa de democracia obrera real!