Se fue la luz y Jennifer González también: el apagón y el colapso colonial
Por Isabelino Montes
La gobernadora Jennifer González está fuera del país. Pero eso, en medio de otro apagón masivo en Puerto Rico, importa poco. Con o sin ella, el colapso del sistema eléctrico no se detiene, porque no depende de una cara en el poder colonial, sino de una estructura completa diseñada para fallar. Una estructura que suplica a Washington, el mismo que nos empujó al abismo, migajas para sostener la ruina que ellos mismos provocaron.
Durante décadas, la clase política de Puerto Rico ha vivido de rogar fondos federales. Pero esa "ayuda" no es más que otro instrumento del capital financiero. El mismo que, a través de la especulación con activos públicos, convirtió a la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) en un juguete de Wall Street. Las líneas de crédito no fueron para sostener el servicio, sino para enriquecer a los grandes monopolios del gas natural y el petróleo. Para convertir la energía en negocio, no en derecho.
Hoy, el pueblo paga con apagones lo que los ricos ganaron en bonos. La AEE fue saqueada, convertida en un cajero automático para empresas privadas como LUMA, Genera y su matriz New Fortress Energy. La Junta de Control Fiscal llegó no solo a cobrar una deuda ilegítima, sino a imponer recortes, despedir trabajadores/as y allanar el camino a la privatización. Y ahora, frente a este nuevo colapso, proponen otro aumento en la tarifa. Lo hacen con cinismo: dicen que es culpa de las pensiones de los trabajadores/as. Quieren sembrar la división entre nosotros, cuando en realidad son ellos los que han creado este desastre.
Este nuevo apagón ha dejado sin luz a más del 75% del país. Más de un millón de personas en la oscuridad. Ya van cuatro apagones masivos desde que los monopolios asumieron el control. Y entre uno y otro, incontables fallas, interrupciones, daños. Centros comerciales cerrados, negocios paralizados, clases suspendidas, producción detenida. El gobierno apenas ha dicho que puede ser un fallo de generación o un problema en la transmisión. Nadie responde. Nadie se hace responsable.
Mientras tanto, la gobernadora interina Verónica Ferraiuoli —más conocida por olvidar radicar sus planillas durante tres años— dice que “todo está bajo control” porque hay diésel y plantas eléctricas. Para ella, el control es que la gente se tire a las gasolineras, en filas interminables, a buscar combustible para sobrevivir en sus casas. El verano se acerca, el calor sube, y el sistema no aguanta. LUMA y Genera ya lo han dicho: si aumenta el consumo, vienen más problemas. Pero no hacen nada para evitarlo. Solo suben los precios y recortan servicios. El negocio sigue.
Porque esto no es una catástrofe natural. Es un crimen político y económico. Una isla entera rehén de monopolios energéticos, de burócratas coloniales y de un imperio en decadencia. Dependemos de Estados Unidos que también se tambalea, devorado por la misma lógica que creó el monstruo: acumular riqueza en pocas manos y parasitar todo lo demás. Puerto Rico es su reflejo, su periferia. Y ser colonia o estado solo cambia el ritmo de la caída. El destino es el mismo: la miseria.
En medio de todo esto, la esperanza depositada en Dalmau y la Alianza se desvaneció. No por falta de intención, sino por falta de decisión. En vez de confrontar al imperialismo, se escudaron en congresistas demócratas como Nydia Velázquez y Alexandria Ocasio-Cortez, representantes del mismo partido que sostiene el saqueo. El pueblo buscó una alternativa política y recibió más de lo mismo. No basta con buenas intenciones. Hace falta dirección.
Hoy más que nunca urge la organización política de la clase trabajadora. No para administrar esta ruina, sino para construir algo nuevo. Gobiernos de trabajadores/as, creados desde los centros de trabajo y las comunidades trabajadoras, desde nuestros intereses. Y en el caso energético, urge crear Comités de Trabajadores/as Eléctricos de las Antillas y el Caribe. Porque solo una organización regional de clase, solidaria y combativa, podrá romper con los monopolios, reconstruir las fuerzas productivas y garantizar energía al servicio del pueblo.
La emancipación no vendrá del norte. Vendrá del Caribe, si la clase trabajadora se organiza para hacerla realidad.