Puerto Rico y República Dominicana: una lucha compartida contra el saqueo capitalista
Por Isabelino Montes
La crisis cíclica del capitalismo, impulsada por su propia lógica de acumulación, lo obliga a buscar nuevas formas de subsistir. Sin embargo, esta contradicción es irreparable para los pueblos, ya que la dinámica del mercado convierte todo en mercancía: primero los recursos naturales, luego la fuerza de trabajo que añade valor a esa naturaleza. En cada crisis capitalista, los recursos naturales reaparecen como la principal fuente de riqueza, y la vida humana es puesta en peligro para rescatar al capital.
El interés de EE.UU. por las tierras raras refleja la dirección política de Trump y su grupo de capitalistas, quienes han dejado claro su desprecio por la protección ambiental. No es un giro inesperado: ya en 2017, su administración retiró a EE.UU. del Acuerdo de París, alegando que era injusto para la industria del carbón y el petróleo. Como capitalista comercial, Trump usa el marketing para distraer con discursos, pero la realidad es que sus políticas buscan desmantelar regulaciones ambientales para favorecer la explotación de recursos.
República Dominicana y Puerto Rico en la mira del capital
La explotación de tierras raras ya es una realidad en República Dominicana, mientras que en Puerto Rico, aunque aún no ha habido reacciones oficiales, los acuerdos entre capitalistas de ambos países demuestran que el interés existe. La relación entre estas economías ha sido históricamente clave para las inversiones estadounidenses, y muchas voces en redes sociales se preguntan: ¿por qué en RD sí y en PR no?
Analistas burgueses y pequeño burgueses presentan estas inversiones como un "adelanto" para RD, argumentando que su soberanía le da ventaja sobre PR. Sin embargo, este análisis es superficial: la política está subordinada a la economía y hay factores determinantes que muchos independentistas en Puerto Rico ignoran. República Dominicana ofrece condiciones más rentables para la reproducción del capital.
A diferencia de Puerto Rico, donde regulaciones ambientales como las de la EPA y la lucha comunitaria han detenido proyectos destructivos (como la explotación minera en Adjuntas o el gasoducto), en RD las leyes ambientales son débiles y las concesiones mineras están facilitadas por marcos legales como la Ley de Minería (146-71). El resultado ha sido devastador: ríos contaminados, costas destruidas y comunidades arrasadas por proyectos como el depósito de cenizas de AES o la destrucción de Loma Miranda. Esto a pesar de la resistencia y la lucha de sectores en contra de proyectos mineros como Barrick en Pueblo Viejo.
A esto se suma la explotación laboral. En RD, los salarios son más bajos y los derechos laborales prácticamente inexistentes. Aunque el Código de Trabajo establece regulaciones, su aplicación es deficiente, especialmente en sectores como la minería y la construcción. Contratos temporales e informales, falta de seguridad laboral y represión sindical crean un ambiente ideal para la explotación.
Así, hablar de soberanía en el capitalismo sin analizar estas condiciones es una farsa. En la práctica, la "soberanía" de RD no ha significado mayor bienestar para la clase trabajadora, sino mayor flexibilidad para el capital.
Puerto Rico y la urgencia del capital
En Puerto Rico, el imperialismo busca resolver la crisis del estatus colonial con un único fin: abaratar el costo de la fuerza de trabajo para maximizar la rentabilidad. Ni la libre asociación ni la independencia serían opciones de autodeterminación reales si la clase trabajadora no toma el control de la economía y la planifica en función de las necesidades sociales.
Al igual que en RD, Puerto Rico también está bajo el fuego de los intereses del capital. Algunas voces dentro del Movimiento Victoria Ciudadana (MVC) han denunciado la posibilidad de explotar minas en la isla como forma de pagar la deuda de más de $70,000 millones. Sin embargo, la independencia burguesa respecto a EE.UU. no representaría un cambio estructural, del mismo modo que la soberanía de RD no ha frenado la explotación de sus recursos y trabajadores.
No es casualidad que sectores multimillonarios que antes apoyaban el estatus colonial dentro del Partido Demócrata ahora promuevan la soberanía o la independencia. Son los mismos que impulsaron la Alianza PIP-MVC, viéndola como una vía para garantizar la rentabilidad del capital. En este contexto, rechazar la idea de una soberanía capitalista es esencial, pues comparaciones con RD, Singapur o Taiwán omiten que todas estas "soberanías" han significado salarios de miseria para la clase trabajadora.
La verdadera alianza: la clase obrera caribeña
El capitalista no tiene fronteras ni problemas con el estatus político siempre y cuando no interrumpa su rueda de reproducción. Se acomoda según las condiciones que favorezcan su acumulación, y lo que ocurre en RD y PR es parte de la misma estrategia imperialista. Mientras los sectores burgueses discuten si Puerto Rico "se quedó atrás", la realidad es que la lógica del capital ha dictado estas diferencias, y ninguna de ellas representa un beneficio para la clase trabajadora. La colonia si representa una traba en cuanto a rentabilidad del capital pero ya vemos como se buscan manera de explotarla como sea más conveniente.
El único camino viable para las naciones caribeñas no es la competencia dentro del capitalismo, sino la unidad de la clase obrera. Para proteger sus recursos y construir un futuro fuera de la explotación, la organización política de los trabajadores/as debe ir más allá de la lucha ambiental y sindical, estructurándose en comités de trabajadores con un programa político regional que responda a sus intereses.
El enemigo es común, y la lucha debe ser colectiva. Ni la soberanía burguesa ni la colonia garantizan justicia para los pueblos caribeños. La única salida real es la unidad organizada de la clase trabajadora, capaz de romper con la dependencia del capital y construir un nuevo modelo económico para la región.