Protestas en La Fortaleza: La juventud desafía al bipartidismo y a la democracia burguesa

Por Isabelino Montes

Las recientes y esporádicas protestas en Puerto Rico, surgidas tras las elecciones, representan una manifestación legítima de la juventud en respuesta a su creciente desilusión con el sistema electoral. Los/as jóvenes puertorriqueños/as han expresado un profundo malestar ante las múltiples irregularidades percibidas en el proceso, y se han alzado con indignación para desafiar un sistema que, consideran, los excluye y estigmatiza. No merecen esta situación; es, de hecho, la juventud la que carga con el peso moral de alzar su voz frente a los atropellos de un bipartidismo cuyo interés, sostienen, ha sido atacar sistemáticamente a esta población. A lo largo de los años, la élite bipartidista ha denigrado a la juventud, tachándola de “revoltosa” y marginándola públicamente como una amenaza para la estabilidad social.

Hoy, quienes lideran el país son los mismos que, en el pasado, reprimieron brutalmente las voces estudiantiles, particularmente universitarias, mediante el uso de fuerzas policiales, detenciones y hasta la violencia letal, como ocurrió con el trágico caso de Antonia en la Universidad de Puerto Rico. El bipartidismo ha reprimido las oportunidades de la juventud boricua en distintos frentes: por un lado, imponiendo salarios insuficientes que impulsan a los jóvenes a abandonar la isla en busca de mejores oportunidades, y por otro, condenándolos a una subsistencia en la economía informal para poder sobrevivir. Sin embargo, cuando estos jóvenes alzan la voz en busca de justicia, el sistema los etiqueta de "vándalos" y "revoltosos".

¿Es esta la clase de liderazgo que deseamos? Un liderazgo que ofrece escasas opciones a los hijos e hijas de la clase trabajadora, quienes ven cada vez más limitadas sus oportunidades laborales, educativas y comunitarias debido a la creciente desigualdad económica y social que el capitalismo ha exacerbado en la colonia. ¿Acaso esto es lo que merece la población más productiva de nuestro país?

Las manifestaciones frente a La Fortaleza representan más que un acto de resistencia; son la expresión de un sector de la sociedad que anhela una verdadera democracia. La juventud puertorriqueña, una vez más, demuestra su compromiso y dignidad al exigir un cambio. El cerco de la democracia electoral, dominado por los intereses bipartidistas del PNP y el PPD, ha llevado a la búsqueda de formas alternativas de organización política.

Dentro de este contexto, el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) podría convertirse en un espacio donde la juventud y otros sectores de la clase trabajadora puedan canalizar sus demandas. Aunque el liderazgo del PIP tradicionalmente ha mantenido una orientación burguesa, su base está constituida en gran medida por trabajadores. Por tanto, una transformación dentro del PIP hacia una visión obrera sería un paso hacia la creación de comités de trabajadores en toda la isla. Estos comités reunirían a distintos sectores de la clase trabajadora, incluyendo a la juventud que hoy se manifiesta, y abrirían el camino para un programa de cambio social, una "Patria Nueva", impulsado por y para la mayoría trabajadora.

Es crucial establecer una separación clara. Los comités de trabajadores pueden nacer dentro de la estructura del PIP, pero con el objetivo de desarrollar un programa que defienda los intereses de la clase obrera y no los del liderazgo burgués. De arrastrar a los trabajadores hacia los intereses del liderazgo burgués o pequeñoburgués, se estaría desperdiciando la oportunidad de forjar nuevas alianzas y se seguiría desestimando la necesidad de una transformación democrática real que refleje los intereses de la clase mayoritaria de Puerto Rico, la clase trabajadora, que compone la base del PIP.

El PIP ya cuenta con bases en todos los pueblos, mayoritariamente de carácter obrero. Lo que falta es una visión revolucionaria de la clase trabajadora que no dependa del liderazgo, sino que nazca de la base misma, de la urgencia de la clase obrera de transformar su realidad. Dado que esta clase forma la base mayoritaria del PIP, le corresponde, por derecho democrático, asumir la responsabilidad de promover este cambio.

El momento exige una transformación profunda en las estructuras políticas, y con ello, en los partidos de oposición. De lo contrario, la clase trabajadora seguirá imponiéndose sobre el bipartidismo de distintas maneras, con el riesgo de ser absorbida nuevamente por un sistema que no la representa. En el mejor de los casos, este impulso derivará en la construcción de un partido de la clase obrera; en el peor, en la imposibilidad de organizarse y en la continuidad de la subordinación de los trabajadores al bipartidismo burgués del PNP y el PPD.

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