Prohibido olvidar: 20 de septiembre
Por Isabelino Montes
El 20 de septiembre marca una fecha histórica para Puerto Rico. No solo recordamos el paso devastador del huracán María, sino también la gran crisis que desnudó la realidad oculta del país y la inoperancia del gobierno colonial. Aquella tormenta no solo trajo destrucción física, sino que levantó el velo sobre la pobreza estructural que el Partido Nuevo Progresista (PNP) y el Partido Popular Democrático (PPD) habían escondido por décadas bajo una falsa apariencia de progreso.
Durante años, Puerto Rico fue presentado ante el mundo como un ejemplo a seguir. Los medios, tanto locales como internacionales, ayudaron a encubrir el estatus de colonia no incorporada que, bajo el disfraz de la democracia, mantenía atada a la isla a los intereses de Estados Unidos. Sin embargo, el huracán María arrasó con ese maquillaje. En su paso, no dejó rincón alguno sin exponer la miseria y abandono que ha caracterizado a la administración colonial.
El huracán reveló lo que muchos no querían ver: la pobreza, el colapso del sistema eléctrico, la destrucción del sistema de salud, el cierre masivo de escuelas y la incapacidad del gobierno para proteger y cuidar a su pueblo. Los miles de muertos —4,645, según estudios— no fueron víctimas solo del huracán, sino también de la negligencia de un estado que escondió suministros mientras las comunidades clamaban por ayuda. Empresas fantasmas como Whitefish, ligadas al PNP y al Partido Republicano, se beneficiaron de contratos millonarios mientras la gente sufría sin techo ni electricidad. La corrupción se evidenció en cada rincón, desde los fondos para toldos que nunca llegaron, hasta la desaparición de suministros vitales enviados desde el exterior.
La desconexión total entre los militares enviados a la isla y el gobierno local para atender la crisis demostró lo lejos que estaban las autoridades de la realidad del pueblo. Ante este caos, algo cambió en la conciencia colectiva de Puerto Rico.
El pueblo, abandonado a su suerte, comenzó a organizarse de manera espontánea. En cada comunidad surgieron iniciativas que marcaron un antes y un después. Centros de acopio, grupos de trabajo para limpiar escombros, instalar toldos, remover desechos y habilitar caminos fueron solo algunas de las acciones que tomaron. Las maestras y maestros improvisaron escuelas para garantizar la educación de los niños. Las enfermeras atendieron la salud de los mayores en las canchas de los barrios, mientras los mismos vecinos levantaban huertos comunitarios y comedores sociales. Además, surgieron medios de comunicación alternativos, nacidos de la necesidad de informar la verdad ante la falta de transparencia del gobierno.
Mientras el gobierno colapsaba, el pueblo mostró que podía resolver sus problemas. Esta organización espontánea fue una cátedra de autogobernanza en plena crisis. El Estado había fallado, pero la gente demostró que no necesitaba a los corruptos en el poder para salir adelante.
Sin embargo, el descaro del gobierno no se detuvo allí. Dos años después, cuando el país seguía lidiando con los efectos del huracán, las revelaciones de un chat del gobernador Ricardo Rosselló y su círculo íntimo expusieron la burla y el desprecio con el que manejaron la tragedia. Se mofaban de las muertes y revelaban abiertamente los niveles de corrupción y podredumbre dentro del aparato estatal. La indignación del pueblo, que ya había llegado a su límite, se transformó en movilización.
Así fue como nació el histórico Verano del 2019, donde miles de personas salieron a las calles a exigir la renuncia de Rosselló. Las protestas, iniciadas de manera espontánea por diferentes organizaciones, culminaron en su dimisión. Sin embargo, el proceso no terminó allí. Pedro Pierluisi se auto proclamó gobernador de forma antidemocrática, mientras Wanda Vázquez, entonces secretaria de Justicia y ahora sospechosa de corrupción, asumía el cargo de gobernadora designada.
Lo que salió a la luz fue un entramado mafioso de corrupción que había gobernado la isla por años. La crisis no solo mostró la ineptitud del gobierno, sino también la codicia de los capitalistas que vieron en la tragedia una oportunidad para hacer negocio a costa del sufrimiento del pueblo. Esta realidad no ha cambiado, y es prohibido olvidar.
Pero también es prohibido olvidar que, en medio de esta tormenta de corrupción y abandono, el pueblo descubrió su capacidad para autogobernarse. Las asambleas de pueblo que comenzaron en Ponce tras las manifestaciones contra Rosselló son prueba de que la organización comunitaria y la acción directa pueden transformar la realidad.
Cada 20 de septiembre, no solo recordamos el desastre del huracán María, sino también el despertar de una conciencia colectiva que no tiene marcha atrás. Lo que comenzó como una respuesta espontánea a la crisis puede y debe elevarse a una organización política permanente. Es necesario que la clase trabajadora y las comunidades formen comités de trabajadores y trabajadoras, así como de vecinos y vecinas, que se dediquen a desarrollar un programa político independiente de los partidos tradicionales y emergentes.
La participación directa en la política, desde los intereses de la clase trabajadora, es la única manera de avanzar. Las elecciones pueden ser un primer paso, pero el deterioro de la democracia burguesa es tal que seguirá reproduciendo las mismas contradicciones. En ese vaivén de crisis y explotación, es donde surgirán con más fuerza los sectores reaccionarios que pretenden mantenernos sometidos. Por eso, es fundamental que junto al proceso electoral, establezcamos comités políticos de trabajadores y de barrios.
Las lecciones de lucha, organización y resistencia que nos dejó el huracán María son el camino hacia un futuro donde el pueblo y la clase trabajadora gobiernen y los corruptos sean finalmente destituidos. Hoy, más que nunca, es prohibido olvidar nuestra capacidad de organizarnos, luchar y vencer.