República Dominicana: El plan de deportación masiva de haitianos

Por Isabelino Montes

Los últimos años han sido testigos de la creciente economía de República Dominicana (RD). Diversos informes financieros la sitúan como la séptima nación latinoamericana con mayor avance económico. Sin embargo, este crecimiento ha venido acompañado de un aumento alarmante en la desigualdad social. Mientras los capitalistas disfrutan de las ganancias, la mayoría de la población trabajadora enfrenta salarios miserables y condiciones de vida cada vez más precarias.

El progreso económico de las zonas urbanas no oculta la dura realidad que reflejan estudios como los del Coeficiente de Gini. En 2023, esta agencia internacional señaló que el 10% más rico de la población dominicana acapara casi el 60% del ingreso nacional, mientras que el 10% más pobre apenas recibe el 1%. Estos números revelan la dirección en la que se inclina la balanza en esta sociedad capitalista. A pesar del crecimiento económico, la mayoría de la población sigue luchando por subsistir con salarios que rondan los $328 dólares al mes, mientras la pobreza afecta aún al 23% de los habitantes.

En medio de esta tensión social, la inmigración haitiana se ha convertido en un tema central. La crisis en Haití ha empujado a miles de haitianos a buscar una vida mejor en RD, donde ahora enfrentan una feroz persecución. El gobierno dominicano ha lanzado un plan de deportación masiva, intensificando una cacería de haitianos que solo puede entenderse como un reflejo del colapso del sistema capitalista.

El 2 de octubre, el gobierno de RD anunció un plan "de ejecución inmediata" para repatriar hasta 10.000 indocumentados por semana. A pesar de que las cifras oficiales estiman que más de medio millón de haitianos viven en RD, las deportaciones indiscriminadas han generado una ola de miedo y desamparo. No solo se deporta a los indocumentados; incluso aquellos con permisos vencidos o pasaportes legales son detenidos, según testimonios recogidos por la BBC. “Se están llevando hasta los que tienen permiso de residencia”, denuncian dominicanos/as.

Las políticas migratorias de RD no son un fenómeno aislado. Estados Unidos y Europa aplican medidas similares para gestionar las crisis migratorias que el propio capitalismo genera. La pobreza y el caos en Haití, un país explotado históricamente por potencias imperialistas como Francia y EE. UU., es el resultado directo de siglos de saqueo. Haití, con más del 60% de su población sumida en la pobreza, se ha convertido en un símbolo del fracaso de un sistema global que sigue alimentándose de la miseria de los más vulnerables.

Empresas como Newmont Mining Corporation y VCS Mining, que buscan explotar los recursos naturales de Haití, son solo algunos ejemplos del interés capitalista en mantener la pobreza estructural en el país vecino. Estas compañías, junto con multinacionales como Coca-Cola y Nestlé, se presentan como benefactores a través de proyectos agrícolas, pero en realidad perpetúan un sistema que solo favorece a los más poderosos.

Mientras tanto, el pueblo haitiano sigue siendo expulsado de su tierra, empujado a buscar una vida mejor en otros países que, irónicamente, los rechazan. RD, bajo el gobierno de Luis Abinader, implementa políticas migratorias que no son más que reflejos de las estrategias racistas y xenófobas de líderes como Donald Trump. Este último incluso ha utilizado el discurso de que los haitianos en EE. UU. “se están comiendo los gatos y perros” para justificar sus medidas inhumanas.

Las políticas de segregación racial que vemos hoy no son sino proyectos diseñados por un pequeño puñado de representantes políticos de los capitalistas para distraer a las masas. En lugar de enfrentar las verdaderas causas del desorden económico, los gobiernos culpan a los migrantes, alimentando la xenofobia y el racismo. Pero los trabajadores, tanto dominicanos como haitianos, comparten una misma lucha: la de ganarse la vida en un sistema que los explota.

Es fundamental que las clases trabajadoras rechacen estas políticas racistas y se unan en la construcción de una economía más planificada, basada en los intereses de la mayoría a nivel internacional. Solo así podremos superar la lógica capitalista que obliga a las personas a abandonar sus hogares en busca de una vida digna, y evitar que las clases más adineradas nos enfrenten en una lucha que solo beneficia a quienes nos oprimen.

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