Nexo Debate: La Vivienda en Puerto Rico: Un Problema Inherente del Capitalismo

Por Bianca Morales

El capitalismo ha creado un ciclo brutal: la especulación inmobiliaria sube los precios, expulsando a la clase trabajadora de sus hogares y aplastando pequeños negocios. Empresas como RFR Holding, Blackstone Group, y Taubman Centers han convertido a Puerto Rico en un paraíso de lujo, empujando a nuestras comunidades a la marginación.

El acceso a la vivienda en Puerto Rico se ha convertido en una lucha diaria para la clase trabajadora y las comunidades más empobrecidas. No es una coincidencia que este problema persista; es la consecuencia directa de un sistema económico diseñado para perpetuar la exclusión y el despojo. En la raíz de esta crisis encontramos salarios que no alcanzan para vivir dignamente, una especulación inmobiliaria descontrolada, y leyes como las 20/22 (ahora ley 60), que están diseñadas para beneficiar a las grandes empresas a costa del bienestar del pueblo.

Históricamente, los desplazamientos en Puerto Rico han seguido los dictados del capital. Las áreas más codiciadas por el mercado, como las zonas turísticas, playas, y zonas urbanas, son las primeras en ser acaparadas por inversionistas. Este fenómeno no es exclusivo de nuestra isla; se repite en lugares como Hawái, Panamá, Ibiza, y en grandes ciudades como Chicago, Nueva York y Los Ángeles. En todos estos casos, los centros que alguna vez fueron productivos han sido transformados en paraísos para el comercio capitalista, dejando a su paso el desplazamiento de la clase trabajadora.

En Puerto Rico, la invasión capitalista ya no se limita a las áreas costeras. Los capitalistas han expandido su alcance a toda la isla, comprando propiedades en San Juan, Ponce, Cabo Rojo, Arecibo, Humacao, y otras localidades. Estas inversiones, mayormente provenientes de capitalistas estadounidenses y extranjeros, elevan los precios de las propiedades, forzando a la población local a abandonar sus hogares y, en muchos casos, a dejar el país.

El capitalismo, con su lógica parasitaria, ha creado un ciclo vicioso: las inversiones especulativas en bienes raíces elevan los precios de las viviendas, desplazando a la clase trabajadora y ahogando a los pequeños negocios. Empresas como RFR Holding, Blackstone Group, Brock Pierce y Taubman Centers han tomado el control del mercado inmobiliario en Puerto Rico, transformando la isla en un terreno fértil para proyectos de lujo y desarrollos turísticos, mientras empujan a las comunidades locales hacia la marginalidad.

Estas inversiones prometen progreso y desarrollo, pero la realidad es que generan pocos empleos, y los que crean son mal remunerados. En lugar de mejorar la calidad de vida de la población, estas empresas buscan maximizar sus ganancias, mientras la mayoría de nosotros/as luchamos por encontrar una vivienda digna. El problema de la vivienda en Puerto Rico no puede separarse de las desigualdades inherentes al sistema capitalista. Mientras miles de viviendas permanecen vacías, los/as trabajadores/as pasan años intentando adquirir un hogar digno. Bajo el régimen de propiedad privada, estas viviendas están reservadas para los capitalistas, que manipulan el mercado para aumentar sus ganancias, mientras nosotros nos vemos obligados a pagar rentas exorbitantes o asumir deudas hipotecarias impagables.

Los partidos reformistas, como Patria Nueva y su líder Juan Dalmau, aunque bien intencionados, no abordan la raíz del problema. Pretenden revisar las leyes 20 y 22, pero la realidad es que el mercado capitalista ya ha mostrado su verdadero rostro: un monstruo insaciable que devora nuestras comunidades. La pequeña burguesía también se ve afectada por este proceso de desplazamiento y proletarización, lo que demuestra que el problema no es solo de la clase trabajadora, sino de todos aquellos que no pertenecen a la élite capitalista.

Para la clase trabajadora, la lucha por la vivienda es una lucha por la supervivencia. Cada día nos enfrentamos a decisiones imposibles: pagar la renta o comprar comida, aceptar trabajos mal pagados para no perder el hogar, o asumir deudas que nos esclavizan por décadas. Este ciclo de desesperación no cambiará con reformas que no desafíen el sistema capitalista en su totalidad.

Necesitamos organizarnos políticamente, más allá de los partidos burgueses, para crear un programa político que asegure viviendas dignas y empleo para todos/as. La propiedad privada de la vivienda es un obstáculo para cualquier planificación racional que ponga las necesidades de las personas por encima de las ganancias. Debemos derribar el mito de la escasez de viviendas creado por el capitalismo y socializar estos recursos para el beneficio de la clase trabajadora, la verdadera creadora de riqueza en nuestra sociedad.

En lugar de revisar los incentivos capitalistas bajo la ley 60, debemos abogar por su derogación, acompañada de una reforma integral del sistema de vivienda pública que otorgue incentivos a los trabajadores/as para que puedan adquirir viviendas dignas a precios justos.

Solo a través de la organización y la lucha podremos liberar a nuestras comunidades del yugo de los especuladores y asegurar un futuro en el que todos tengamos acceso a una vivienda digna, erradicando junto a ello el desalojo y la pobreza.

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