La voluntad electoral del pueblo secuestrada: Capitalistas bloquean aumento salarial en Misuri

Por Isabelino Montes

Las elecciones, dominadas por la clase con poder económico, no pueden seguir golpeándonos para recordarnos que no representan a la clase trabajadora, ni en Estados Unidos ni en ninguna parte del mundo. Mientras en Puerto Rico se sigue cuestionando la legitimidad del proceso electoral, en el estado de Misuri se evidencia cómo la clase rica reprime directamente el derecho de los trabajadores a decidir sobre su destino.

En las pasadas elecciones, la clase trabajadora de Misuri votó mayoritariamente a favor de una medida que aumentaría el salario mínimo del estado y garantizaría licencias por enfermedad pagadas. Sin embargo, los empresarios y su maquinaria legal no tardaron en reaccionar. Este lunes, grupos empresariales del estado presentaron una demanda argumentando que la propuesta viola la constitución estatal, bajo el pretexto de que abarcaba más de un tema. La medida, que buscaba incrementar el salario mínimo de $12.30 por hora a $13.75 para 2026, fue una muestra clara de la voluntad popular. Pero esa voluntad choca contra un sistema político diseñado para servir a la clase capitalista. ¿Qué democracia es esta? ¿Qué legitimidad tiene un sistema que sabotea las decisiones colectivas de la mayoría trabajadora?

Aunque algunos estados permiten a los votantes decidir sobre medidas específicas mediante referendos, estas iniciativas son constantemente saboteadas por los intereses de la clase capitalista. El caso de Misuri es emblemático, pero no único. La historia reciente está llena de ejemplos de cómo las grandes corporaciones y las élites económicas imponen su voluntad sobre la de las mayorías: en California y Nueva York, aunque se aprobaron aumentos al salario mínimo, grandes corporaciones lograron incluir excepciones o retrasar su implementación. En California, la industria de restaurantes excluyó a los trabajadores/as con propinas, y en Nueva York, empresas como Amazon justificaron sus maniobras con el argumento de "impactos económicos".

La Proposición 22 en California, aprobada en 2020 tras una campaña millonaria de Uber, Lyft y otras plataformas, clasificó a los trabajadores como contratistas independientes, negándoles derechos básicos como seguro médico y prestaciones laborales. En Kansas y Kentucky, aunque los votantes rechazaron propuestas extremas para restringir el aborto, legisladores influenciados por grandes donantes corporativos continúan imponiendo barreras indirectas, como la limitación de fondos para clínicas. En Texas, tras la crisis energética de 2021 causada por un sistema desregulado que benefició a grandes corporaciones, los intentos de regulación fueron bloqueados por legisladores aliados a los intereses energéticos, dejando a millones de trabajadores expuestos a apagones y tarifas abusivas.

Estos ejemplos no sólo exponen el carácter antidemocrático del sistema capitalista, sino también el control ideológico y estructural que ejerce la burguesía sobre el aparato estatal. El caso de Misuri no es una excepción; es una llamada urgente a la organización política independiente de la clase trabajadora. Las instituciones del estado capitalista están diseñadas para defender los intereses de la minoría rica. Participar en su terreno sin un aparato político propio es un error que perpetúa la explotación y la desigualdad.

Es hora de que los trabajadores y trabajadoras formen comités en sus centros de trabajo y comunidades, espacios donde se debatan y decidan las medidas que realmente responden a sus necesidades. Estos comités no sólo pueden servir como plataformas de lucha dentro del marco democrático actual, sino también como semillas de un nuevo poder obrero capaz de garantizar que las decisiones de la mayoría no sean ignoradas ni saboteadas.

Las estructuras políticas actuales no deben ser descartadas, sino transformadas para servir al bien común. La clase trabajadora, harta de sostener un sistema que sólo beneficia a unos pocos, debe tomar el control de su destino. En Misuri, en Puerto Rico, y en cualquier rincón del mundo, la lucha por la verdadera democracia comienza con la organización y la movilización de quienes producen toda la riqueza, pero reciben sólo migajas. El tiempo de esperar ha terminado. Es hora de avanzar hacia nuestra propia democracia como trabajadores y trabajadoras

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