Elecciones Coloniales: Herramienta de Dominación de la Clase Capitalista

Por Manuel Colón

La democracia burguesa en Puerto Rico no es más que un teatro diseñado para perpetuar el poder de la élite colonial y sus aliados capitalistas. Bajo el yugo de la Junta de Control Fiscal, el gobierno colonial no tiene poder real: cada decisión que se toma responde a los intereses del capital, mientras las mayorías trabajadoras son condenadas a la miseria y la falta de representación.

El sistema electoral, ese pilar de la supuesta democracia, está plagado de irregularidades que evidencian su carácter fraudulento. La Comisión Estatal de Elecciones, lejos de ser un árbitro imparcial, ha sido el escenario de escándalos, desde el mal manejo de papeletas hasta la infame aparición de votos de personas fallecidas. Los procesos electorales son un espectáculo diseñado para preservar el dominio de los partidos tradicionales y marginar cualquier alternativa que desafíe el status quo.

Un ejemplo claro fue el reciente escrutinio electoral. En la Unidad 75, se reportaron faltantes de entre 300 y 400 votos para Eva Prados y más de 200 para Adriana Gutiérrez, ambas candidatas de la alianza PIP-MVC. Lilian Aponte, comisionada electoral del Movimiento Victoria Ciudadana, denunció la falta de transparencia en el conteo y el cuadre de papeletas. Esta situación no es casualidad: responde a un sistema diseñado por el PNP y el PPD para proteger sus intereses, amparados en un código electoral lleno de trampas que evita cualquier posibilidad de cambio.

Mientras tanto, el gobierno de Estados Unidos, que se jacta de ser un ejemplo de democracia, guarda un silencio cómplice. En otras partes del mundo, Washington no duda en denunciar irregularidades electorales, pero en su colonia caribeña se hace de la vista larga, ya que las elecciones en Puerto Rico no afectan sus intereses imperialistas. Este doble estándar evidencia la hipocresía del sistema, que utiliza la democracia como una herramienta de dominación.

Ante este panorama, la clase trabajadora no puede seguir confiando en las urnas manipuladas ni en los partidos de la pequeña burguesía como el PIP y el MVC, que, aunque bien intencionados, están atados a las reglas de un sistema corrupto. La verdadera transformación no vendrá desde el espectáculo electoral, sino desde la organización de base en los barrios, las comunidades y los centros de trabajo. Los y las trabajadoras/es debemos comenzar a pensar en otro futuro democrático.

La solución no es abandonar las elecciones, sino ponerlas en función correctamente. La clase trabajadora debe tomar el control de los procesos de elección en sus propios espacios, desde los talleres de trabajo hasta las comunidades, seleccionando líderes que verdaderamente representen sus intereses. Estos líderes deben surgir del debate y la discusión colectiva, con mandatos revocables en cualquier momento si traicionan los objetivos de la clase trabajadora.

El ejemplo de las escuelas que la próxima administración de Jennifer González, bajo las órdenes de la Junta de Control Fiscal, planea cerrar, puede ser el punto de partida para esta organización. Estas instituciones, en lugar de abandonarse, deben convertirse en centros de resistencia comunitaria. La comunidad escolar, el magisterio y las organizaciones sindicales pueden transformarlas en epicentros de una verdadera democracia obrera, demostrando que otro modelo es posible.

Es en estos espacios donde se construirá una alternativa al sistema político burgués. Una democracia de la clase trabajadora que no se limita a las urnas cada cuatro años, sino que se ejerce día a día en la lucha contra los capitalistas y sus cómplices. La historia exige acción. Es hora que la clase trabajadora consciente bote el golpe y se organice, se levante y forje un futuro de justicia social y democracia real.

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