Eliezer Molina: Romper la democracia obsoleta desde la legislatura será un gran reto
Por Bianca Morales
Eliezer Molina ha puesto en evidencia la podredumbre del sistema político colonial al cuestionar directamente al recién designado Secretario del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA), Waldemar Quiles. Este funcionario, impuesto para cumplir órdenes del aparato político que encabeza Jenniffer González, comenzó su gestión protegiendo intereses privados y encubriendo crímenes ambientales, como los que por años han devastado La Parguera en Lajas. Durante la sesión de la Comisión Total del Senado, Molina lo confrontó sobre la orden administrativa que archiva los casos relacionados con construcciones ilegales en la zona, incluyendo la propiedad vinculada a los suegros de la gobernadora.
Quiles, lejos de demostrar compromiso con la protección de los recursos naturales, esquivó los cuestionamientos y, en un acto cínico y desafiante, comenzó a hablar inglés, dejando claro que su lealtad no es con el pueblo, sino con los intereses capitalistas que controlan la política ambiental del país. Al ser interrogado por Molina sobre Miguel Torres, abogado relacionado con los suegros de González, Quiles negó conocerlo, mostrando una preocupante falta de transparencia y conocimiento del tema.
Esto no solo revela la incompetencia de Quiles, sino que también expone cómo el aparato jurídico y burocrático del gobierno está diseñado para proteger al bipartidismo. La orden administrativa que cierra los casos de construcciones ilegales bajo el pretexto de ser “académicos” no es más que una maniobra para evitar rendir cuentas. Estos casos, que deberían ser prioridad en defensa del medio ambiente, son archivados por la Oficina de Oficiales Examinadores y Jueces Administrativos, perpetuando la impunidad de quienes han devastado los recursos naturales del país.
El uso de tecnicismos legales para archivar estos casos demuestra que la democracia que nos venden no es más que un teatro al servicio del capital. Las leyes se redactan para que los responsables de crímenes ambientales, en lugar de ser juzgados, sean protegidos. La construcción sobre mangles, la destrucción de ecosistemas y la apropiación de terrenos comunes son negocios avalados por un sistema político diseñado para convertir los recursos en mercancías al servicio de unos pocos.
Pero Eliezer Molina, con su intervención, dejó claro que no hace falta ser juez, abogado o académico para exponer la verdad. Su capacidad de arrinconar a Quiles demostró que el poder no está en los títulos ni en los cargos, sino en la voluntad de confrontar un sistema que ha sido construido para mantenernos oprimidos. En la Comisión del Senado, Molina no solo evidenció la corrupción y complicidad de Quiles, sino también la necesidad urgente de romper con estas estructuras políticas obsoletas y coloniales.
El camino no es sencillo, pero Molina tiene en sus manos la oportunidad de llevar esta lucha más allá de las paredes del Capitolio. Es momento de que estos debates salgan a las comunidades y a los centros de trabajo, donde la clase trabajadora y los ciudadanos afectados puedan confrontar directamente a los responsables. Imaginar a Quiles frente a los pescadores de La Parguera, defendiendo la construcción de casas ilegales sobre mangles, sería suficiente para destituirlo en el acto. Lejos del refugio que le brinda el aparato político burgués alrededor de quienes son sus complices, no podría sostener su arrogancia ni sus mentiras.
Este episodio debe servir como un llamado a la organización política de la clase trabajadora. La burocracia del bipartidismo, sus leyes obsoletas y el colonialismo no cederán por sí solos; es necesario que el pueblo asuma el control de las decisiones que afectan su vida y su futuro. Molina tiene que aprovechar esta oportunidad para demostrar que cualquier persona seria y comprometida puede liderar un proceso político que ponga los intereses de la mayoría por encima de los de una minoría privilegiada.
No necesitamos más burócratas ni tecnócratas al servicio del capital. Necesitamos una política construida desde las comunidades, donde quienes ocupen cargos públicos sean directamente escogidos en los centros de trabajo y comunidades y enfrenten directamente al pueblo y respondan a sus necesidades. Si no cumplen, deben ser destituidos de inmediato. La democracia que se nos impone no es más que un instrumento para perpetuar la desigualdad económica y la destrucción ambiental. Es hora de romper con esta farsa y construir una democracia real, desde las calles, los centros de trabajo y las comunidades organizadas en comités de trabajadores/as y barrios.
¡Que los responsables enfrenten al pueblo y rindan cuentas! Solo así podremos recuperar nuestros recursos, proteger nuestro ambiente y garantizar un futuro digno para todos.