Eliezer Molina prevalece ante la mafia bipartidista
Por Isabelino Montes
Con el inicio de un nuevo año, Puerto Rico despierta con una noticia esperanzadora: la certificación de Eliezer Molina al Senado. Su optimismo es comprensible y justificado. Molina, conocido por su defensa inquebrantable del medio ambiente y su lucha contra la corrupción bipartidista, representa una chispa en un panorama político desgastado. Más allá de las críticas de sectores alternativos de la burguesía, como el PIP y el MVC, su figura encarna una fase espontánea de la lucha política en la isla, nacida del corage y la esperanza de cambió del pueblo.
Para muchos, Molina es un líder surgido de la indignación colectiva. Ha logrado, con activismo y acción directa, conectar con las verdaderas necesidades del pueblo, algo que los partidos alternativos no han alcanzado. Sin embargo, este avance, aunque significativo, enfrenta las limitaciones inherentes de un sistema capitalista que define las dinámicas sociales y políticas.
Cuando Molina se presentó como candidato a la gobernación, sus intervenciones en los debates, enfocadas en la lucha de clases y en la necesidad de estructuras de gobierno alternativas, despertaron esperanzas genuinas. Su enfoque, basado en una economía capitalista nacional, refleja su trasfondo como pequeño agricultor y su visión económica pequeño burguesa. No obstante, la realidad del capitalismo –la explotación inherente y la despiadada competencia mercantil, incluso en la venta de fuerza de trabajo– coloca un techo a lo que se puede lograr con intenciones, por nobles que estas sean.
El recién obtenido escaño de Molina en el Senado es, sin duda, un logro relevante. Sin embargo, este será insuficiente si no se construye una organización política sólida que respalde un cambio estructural. La experiencia histórica demuestra que un personaje político aislado no puede desmantelar la maquinaria bipartidista. Si Molina aspira a un cambio histórico, debe usar esta oportunidad para impulsar la organización política de la clase trabajadora, convirtiendo su escaño en un catalizador para la acción colectiva.
Molina tiene el apoyo de movimientos ambientales que reconocen su activismo. Ahora, puede trascender esta base y trabajar por la creación de comités de trabajadores y de barrio, estructuras democráticas que surjan desde los centros de trabajo y las comunidades. Desde el Senado, podría promover leyes que legitimen estas formas de organización, fortaleciendo la lucha en la calle y desmantelando las estructuras políticas obsoletas que han perpetuado la estafa democrática de la burguesía, evidenciada incluso en los intentos de fraude contra su elección.
La historia pone en las manos de Molina la posibilidad de un cambio real. Este es el momento crucial para que su escaño se convierta en un instrumento de transformación política, organizativa y revolucionaria de la clase trabajadora. ¡Que esta oportunidad marque el inicio del fin del bipartidismo y la construcción de un futuro para el pueblo!