Capitalismo tecnológico: Cómo Trump y Musk orquestan el saqueo de la clase trabajadora
Por Isabelino Montes
La burguesía mediática, con su ala reformista ligada al Partido Demócrata, a menudo desvía la atención sobre las verdaderas estrategias económicas del imperialismo estadounidense. Mientras Trump y su facción se presentan como una fuerza disruptiva dentro de la política, su objetivo sigue siendo el mismo que el de sus supuestos adversarios: asegurar el dominio de Estados Unidos como potencia imperialista y mantener a Wall Street como el epicentro financiero mundial.
Los medios burgueses oscurecen esta realidad con narrativas que presentan la concentración tecnológica como un beneficio para la clase trabajadora, vendiendo la ilusión de empleos y crecimiento. Sin embargo, detrás de esta fachada se esconde el avance acelerado de un monopolio tecnológico que sirve únicamente a los multimillonarios, consolidando su poder mientras los trabajadores/as son sometidos a condiciones cada vez más precarias.
Elon Musk: El magnate del saqueo y el poder político
Uno de los principales arquitectos de esta nueva fase del capital es Elon Musk. Este magnate, ahora convertido en un engranaje clave del gobierno de Trump, ha tomado el control del Departamento de Eficiencia Gubernamental, otorgándose acceso a información privilegiada del Tesoro, incluyendo los sistemas de pago de Seguridad Social y Medicare. Desde esa posición, su estrategia es clara: desviar fondos esenciales hacia la financiación de inversiones tecnológicas, fortaleciendo el dominio del capital sobre la infraestructura digital y energética.
El saqueo se extiende más allá de los fondos públicos. El control de la producción no se ejerce solo con la apropiación de recursos estatales, sino también con la manipulación del trabajo acumulado por generaciones de obreros/as, cuyos aportes han sostenido los fondos federales que siempre han estado en manos de los capitalistas. Trump y Musk no innovan en este saqueo; simplemente consolidan un esquema en el que ambos sectores del bipartidismo han entregado el poder económico a las grandes corporaciones durante décadas.
Texas: El nuevo epicentro del capital tecnológico
Texas se ha convertido en el eje de esta transformación. La política de Trump y Wall Street apunta a consolidar la producción en regiones estratégicas, atrayendo inversiones con exenciones fiscales y regulaciones a medida. Jeff Bezos y Elon Musk han puesto la mira en este territorio, estableciendo centros de datos e infraestructura de inteligencia artificial con el apoyo del Estado.
Este proceso no es casual. En Texas se fusionan tres mercados clave para la expansión capitalista:
• Energía nuclear, como base para sostener la producción tecnológica.
• Inteligencia Artificial, como motor de innovación y control del trabajo.
• Criptomonedas, como plataforma para la especulación financiera y las inversiones de Wall Street.
Empresas como Google ya han ingresado en esta carrera, expandiendo sus centros de datos y consolidando a Texas como el mayor centro de infraestructura digital del país. La acumulación de tierras en Dallas, con más de 6000 acres destinados a estos proyectos, refleja la magnitud del festín capitalista. La empresa Roxanne Marquis lidera la comercialización de estos terrenos, dejando en evidencia cómo la especulación inmobiliaria es otro pilar de este esquema.
Proyecto 2025: El golpe final contra la clase trabajadora
Trump y Musk no están improvisando. Sus planes están trazados en el Proyecto 2025, donde la visión criptográfica y la inversión de 20 mil millones de dólares en Texas forman parte de una estrategia mayor para reconfigurar el poder económico. La propuesta de Trump de crear una reserva estratégica de un millón de bitcoins es la punta de lanza de un modelo financiero donde el capital digital sustituye las estructuras tradicionales, permitiendo a los monopolios operar sin restricciones.
Este proceso no es exclusivo de EE.UU. En la competencia imperialista, China avanza en su propia estrategia con inteligencia artificial y proyectos energéticos ambiciosos, como una central solar en el espacio. El capital, sin importar su nacionalidad, persigue la expansión y el dominio, relegando a los trabajadores a la miseria mientras las grandes corporaciones acaparan la riqueza mundial.
La guerra contra los trabajadores y trabajadoras: más explotación, menos derechos
Mientras los capitalistas construyen su nueva infraestructura de dominación, los trabajadores enfrentan una realidad brutal. La propaganda oficial insiste en que estos desarrollos generarán empleo, pero omite un detalle crucial: ¿bajo qué condiciones?
Para que EE.UU. pueda competir con China en costos de producción, los salarios deberán reducirse drásticamente. Este ajuste ya está en marcha:
• Costos de vida cada vez más insostenibles.
• Derechos laborales erosionados.
• Jornadas de trabajo extendidas más allá de las 8 horas y los 5 días semanales.
• La necesidad de múltiples empleos para subsistir.
Elon Musk ha dejado claro su desprecio por los derechos de los trabajadores. En Tesla y SpaceX ha reprimido los intentos de sindicalización, despidiendo a empleados que intentaron organizarse. En 2023, eliminó equipos de moderación en X (antes Twitter), afectando la organización de trabajadores en la plataforma.
La administración Trump refuerza este modelo, reduciendo regulaciones y permitiendo que la explotación laboral se intensifique sin obstáculos.
Organización independiente: la respuesta de la clase trabajadora
La pregunta que debemos hacernos es: ¿cómo enfrentamos esta nueva ofensiva del capital? La respuesta no está en el bipartidismo del sistema político ni en las falsas promesas de los reformistas. La clase trabajadora necesita sus propios espacios de organización política y lucha.
La creación de comités de trabajadores/as y de barrios permanentes puede ser el primer paso para construir un poder independiente del bipartidismo. Este modelo no solo es necesario en EE.UU., sino también en Puerto Rico, donde la dependencia colonial impone políticas que siguen la misma lógica de despojo y explotación.
La democracia capitalista no es más que una farsa diseñada para servir a los intereses de los ricos. Mientras los trabajadores y trabajadoras generamos la riqueza, ellos se reparten el festín. La única salida es organizarnos, romper con la ilusión de que vienen a “representarnos” y construir un movimiento político con carácter de clase capaz de enfrentarlos en todos los frentes.
La historia nos ha enseñado que el poder no se nos concede, se toma.