Bajo el capitalismo, EE.UU. no volverá a tener la fuerza de su capacidad industrial del pasado

Por Isabelino Montes

Desde las entrañas del conservadurismo económico que definió las elecciones en EE.UU., Trump se presenta como el mesías de un sueño muerto: la revitalización de la industria estadounidense. Alardea con promesas de políticas arancelarias que frenarían la entrada de productos manufacturados en China, Canadá y México, pero sus palabras no son más que una mentira repetida a trabajadores/as desesperados por encontrar empleo. Trump pretende hacer de EE.UU. un país industrial nuevamente, pero esa añoranza es un espejismo que colapsa frente a las realidades del capitalismo global.

En el capitalismo, cuyo núcleo es la valorización de mercancías, EE.UU. ha quedado rezagado. Competir en el mercado industrial global implicaría una reducción drástica del valor de la fuerza de trabajo, una condición insostenible en un país donde la economía se ha entregado al capital financiero y trasnacional. Trump promete devolver a EE.UU. su poder industrial, pero esa promesa solo puede traer caos. El país depende de importaciones; reactivar un aparato industrial interno requeriría reducir los salarios hasta niveles extremos, algo que ni el propio capitalismo estadounidense puede tolerar sin provocar rebelión.

El espejismo de los aranceles

En 2023, las importaciones estadounidenses desde Canadá, México y China alcanzaron un valor combinado de casi 1.5 billones de dólares, según la Oficina de Análisis Económico. Estos países exportan bienes esenciales para la economía estadounidense: petróleo crudo, computadoras, equipos audiovisuales y vehículos. Los aranceles del 25% sobre productos de Canadá y México, junto con un arancel adicional del 10% a bienes provenientes de China, como propone Trump, encarecerían productos básicos como alimentos, automóviles y electrónicos.

Además, las justificaciones que Trump ofrece para sus aranceles, como frenar la inmigración o el narcotráfico, carecen de lógica. ¿Qué relación tienen estos fenómenos con los aranceles? Ninguna. Pero eso no impidió que Trump utilizara este discurso para manipular a la clase trabajadora, prometiendo empleo bajo un sistema que no puede cumplir esas promesas.

El rechazo capitalista

Los propios capitalistas han alzado su voz contra los aranceles. Sectores como la tecnología (Apple), la agricultura (Cargill), la manufactura (General Motors) y el retail (Walmart) advierten que estas políticas aumentarían costos, reducirían competitividad y dañarían cadenas de suministro globales. Incluso las grandes fortunas que Trump dice representar saben que sus propuestas son incompatibles con las "leyes de hierro" del capitalismo: la optimización de costos, la maximización de ganancias y el comercio sin fronteras.

Trump y su administración ya enfrentaron esta realidad durante su primer mandato. En 2020, firmaron un acuerdo con China que redujo aranceles a cambio de compras agrícolas prometidas por Beijing. En 2019, pospusieron la imposición de aranceles sobre juguetes, ropa y electrónicos, temiendo su impacto en el consumo navideño. Los alardes proteccionistas de Trump siempre terminaron doblegados por la maquinaria implacable del capitalismo global.

La alternativa de la clase trabajadora

La clase trabajadora no necesita falsas promesas de multimillonarios como Trump. Necesita un sistema económico planificado en función de sus necesidades, no del lucro capitalista. Un sistema que priorice el abastecimiento de bienes fundamentales, la producción sostenible y el intercambio justo con otras naciones.

Este sistema no puede surgir de los representantes del capitalismo, cuya estructura está diseñada para producir mercancías y perpetuar un circuito vicioso de ganancia para unos pocos que representan la clase minoritaria de la sociedad. Trump no puede detener ese ciclo, pero los trabajadores/as sí pueden. La única salida real es la consolidación de un modelo económico dirigido por comités de trabajadores/as en cada lugar de trabajo y comunidad, que planifique la producción y distribución de bienes en función de las necesidades sociales.

Construir el futuro

Para avanzar hacia esta alternativa, no basta con oponerse a los aranceles de Trump. Es necesario construir un programa político como clase trabajadora que organice la producción y la distribución en base a la equidad, y que fomente políticas internacionales de intercambio que sirvan a las necesidades humanas, no a los intereses de la clase capitalista.

La clase trabajadora tiene el derecho y el deber de construir este futuro. La dependencia de los capitalistas y sus promesas vacías solo perpetuará la explotación y el estancamiento. La única salvación está en nuestras propias manos: en la organización, la lucha y la planificación colectiva para transformar la sociedad. Solo un sistema económico controlado por los trabajadores/as puede poner fin a las mentiras del capital y abrir el camino hacia una sociedad más justa.

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