Aranceles y fantasías: Pablito Hernández y Jennifer González en su universo paralelo

Por Isabelino Montes

No son solo bochornosos los comunicados emitidos por los líderes coloniales, sino que evidencian la obsolescencia de su pensamiento en relación con el desarrollo del capital. ¿Realmente estos líderes del bipartidismo entienden cómo funciona la sociedad capitalista que tanto defienden como un sistema intocable? ¿Son estos nuestros líderes, incapaces de notar que el mundo capitalista avanza en una dirección y la colonia en otra, completamente rezagada?

Pablito Hernández, ahora comisionado residente, declaró:

"Los aranceles del Presidente probablemente encarecerán los productos básicos, afectarán las cadenas de suministro y golpearán la economía de Estados Unidos y Puerto Rico. No obstante, debemos aprovechar las oportunidades que pueden presentar para la relocalización de industrias a Puerto Rico".

Este simplemente no sabe dónde está parado. Primero advierte sobre el desastre económico que implican los aranceles y, en la misma línea, sueña con la relocalización de empresas en Puerto Rico. La ilusión es grave: la colonia que tanto intentan sostener es precisamente lo que el bipartidismo estadounidense, incluido Trump, busca eliminar. Puerto Rico, tal como está diseñado y administrado hoy, es un estorbo para el imperialismo estadounidense porque no puede competir en el mercado laboral internacional.

Basta con observar cómo las inversiones en tierras raras se dirigen a República Dominicana en lugar de Puerto Rico. La isla se ha convertido en un mero centro de especulación financiera para el sector inmobiliario estadounidense, permitiendo a los capitalistas mover su dinero y evadir contribuciones. ¿Con qué recursos los administradores coloniales piensan fomentar la relocalización industrial? ¿Con fondos federales? Si es así, su ingenuidad es preocupante, porque justamente eso es lo que la administración de Trump busca recortar.

La gobernadora, en un intento por justificar la viabilidad de Puerto Rico como centro de relocalización industrial, expuso cuatro puntos:

1. Incluir a Puerto Rico en la estrategia de reincorporación manufacturera, enfocada en productos farmacéuticos y dispositivos médicos.

2. Crear incentivos para que empresas en China, México y Canadá se trasladen a Puerto Rico.

3. Solicitar más fondos federales para subsidiar las inversiones manufactureras.

4. Buscar contratos con agencias como el Departamento de Defensa, Salud, Veteranos y Seguridad Nacional para vender productos farmacéuticos.

La señora gobernadora simplemente recicla el viejo sueño de resucitar la Sección 936, que en su momento fue una estrategia del capital estadounidense para:

1. Permitir que las corporaciones farmacéuticas produjeran sin pagar patentes.

2. Garantizar una producción a bajo costo para el Departamento de Defensa, incluyendo medicamentos, productos electrónicos y aeroespaciales.

3. Facilitar la creación de deuda mediante préstamos especulativos desde Wall Street.

Sin embargo, la realidad ha cambiado. Hoy, Puerto Rico como colonia ya no es necesario para los intereses inmediatos del imperialismo estadounidense. La isla cumplió su función estratégica y fue utilizada para enriquecer a Wall Street a través del endeudamiento. La gobernadora y su equipo aún creen que estamos en la época de los contratos multimillonarios para Pfizer y Johnson & Johnson, cuando la realidad es que EE.UU. ya no requiere de un diseño colonia tradicional para estos fines.

Señora gobernadora, el tiempo de besar los pies de un imperio en decadencia ha pasado. Ofrecer a la clase trabajadora puertorriqueña como una alternativa de explotación para sostener la hegemonía estadounidense es un acto de servilismo indigno.

Si Puerto Rico realmente quisiera convertirse en un país industrial bajo la misma lógica capitalista, primero tendría que desmantelar las trabas coloniales. Esto implicaría una drástica reducción del valor de la fuerza de trabajo para ser competitivo a nivel internacional. Es aquí donde se encuentra atrapada la clase obrera, y por ello la planificación de un modelo económico productivo debe librarse de las cadenas coloniales, pero bajo el control directo de la clase trabajadora.

Ni siquiera los sectores progresistas de la Alianza entre el PIP y el MVC comprendieron esta necesidad. En lugar de presentar una alternativa real, también cayeron en la trampa de suplicar fondos federales. Prefirieron garantizar escaños políticos antes que utilizar las elecciones como una herramienta de educación para la clase trabajadora. En vez de suplicar ayuda a un país que recorta sus propios fondos y se encuentra en declive, podrían haber propuesto una consolidación económica con China, la nueva potencia mundial. Pero no, Dalmau y la Alianza prefirieron aliarse con Ocasio-Cortez y Velázquez para seguir mendigando recursos a Washington.

Ante este colapso y la falta de alternativas reales, los comités de trabajadores y trabajadoras se erigen como la verdadera opción política capaz de impulsar una economía productiva basada en las necesidades de la clase obrera, tanto a nivel nacional como internacional. La planificación industrial avanzada solo puede construirse desde la organización de los trabajadores/as, no desde la sumisión a un sistema decadente.

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