A un lado las pasiones: Trump ganó porque tocó la fibra de la clase trabajadora y sus sectores latinos
Por Isabelino Montes
El mundo sigue preguntándose cómo Donald Trump logró superar a Kamala Harris, la favorita de Wall Street, y por qué sectores de la comunidad latina le dieron su voto, pese a que sus políticas centrales incluyen la deportación masiva. Pero para entender este fenómeno no hace falta recurrir a los tecnicismos académicos burgueses sobre las elecciones; lo que se necesita es una mirada directa a la realidad, desde la perspectiva de una sociedad dividida en clases.
Es un hecho que la clase rica, minoritaria en número, necesita del voto de la clase trabajadora para mantener su dominio sobre el Estado. Este sistema de democracia electoral, que se repite cada cuatro años, no es más que un engranaje que rige el mismo sistema que perpetúa la explotación: el capital. En ese marco, la clase trabajadora, cada vez más empobrecida por el trabajo asalariado, se convierte en el blanco de promesas y discursos para asegurar la reproducción de este modelo.
El trabajo: la mayor preocupación de la clase obrera
¿Qué es lo que más preocupa a quienes vendemos nuestra fuerza de trabajo por un salario? La respuesta es clara: si podremos seguir vendiéndola y a qué precio. A la clase trabajadora le importa lo único que tiene para subsistir: su trabajo. Donald Trump fue quien supo tocar esa fibra, aunque lo hizo con manipulaciones y mentiras que lograron cautivar a las masas trabajadoras.
La administración de Biden no dio respiro a esta clase, y Kamala Harris no ofrecía nada que rompiera con la encerrona bipartidista. Este esquema, diseñado para favorecer a la clase rica que históricamente gobierna Estados Unidos, volvió a dejar a los trabajadores atrapados entre dos opciones que no los representan.
Trump prometió devolver a Estados Unidos su capacidad industrial perdida y aseguró a los latinos empleados que protegería sus puestos de trabajo al limitar la entrada de otros obreros latinos sin documentos. Este discurso dividió a la comunidad latina, con algunos sectores argumentando que “ya hay demasiados latinos” y que permitir la entrada de más solo reduciría aún más los empleos disponibles.
La competencia entre mercancías como herramienta del capitalismo
Trump utilizó una de las leyes fundamentales del sistema capitalista para ganar votos: la competencia. En este caso, se trató de la mercancía más importante que compran los capitalistas por un salario, la fuerza de trabajo. Esta estrategia sembró tensiones dentro de la clase trabajadora latina, enfrentando a los empleados formales contra quienes buscan entrar al mercado laboral.
Además, existen razones basadas en otros aspectos sociales. Muchos latinos provienen de contextos profundamente conservadores, lo que también contribuyó a su afinidad con Trump. Sin embargo, lo que más destacaron sus votantes latinos fue su discurso en torno a la generación y protección de empleos en el país.
El sueño de una industria perdida
Trump prometió devolver a Estados Unidos su esplendor industrial. Con una postura nacionalista y proteccionista, impulsó políticas arancelarias contra productos extranjeros, especialmente de China, con el objetivo de fomentar la producción interna. En regiones industriales devastadas, esta promesa resonó como una esperanza para revitalizar economías locales.
Pero esta narrativa tenía un enfoque claro: favorecer a los capitalistas nacionales industriales. Su máxima representación fue Elon Musk, símbolo del sueño burgués industrial que Trump promovía.
Otro aspecto crucial fue la reducción de impuestos, presentada como una herramienta para estimular la inversión y crear empleos. Sin embargo, en la práctica, los principales beneficiarios fueron las grandes empresas, mientras que la clase trabajadora apenas vio cambios en sus condiciones en el pasado cuatrenio de la administracíon de Trump. Aun así, muchos obreros optaron por Trump nuevamente, al no encontrar alternativas significativas en el Partido Demócrata.
El costo ambiental y el empleo
Trump también culpó a las regulaciones ambientales de obstaculizar el crecimiento industrial. Propuso aumentar la producción de energía fósil y desregular el sector, bajo la premisa de que esto impulsaría la economía. Para muchos trabajadores, esta propuesta fue atractiva, pues ofrecía una solución inmediata: empleo.
Esta visión conservadora, que idealiza un pasado industrial sin preocuparse por las consecuencias ambientales, refleja la desesperación de una clase obrera que prioriza su supervivencia frente a cualquier otra preocupación.
El reto de los movimientos obreros/as y revolucionarios
El apoyo de la clase trabajadora a Trump no responde a una cuestión subjetiva, sino a una realidad material. Ante la creciente similitud entre demócratas y republicanos, los trabajadores eligieron lo que creyeron más cercano a sus intereses inmediatos.
Pero esta decisión también expone una falla profunda en los movimientos obreros y revolucionarios. ¿Dónde han estado estos durante años, mientras la mayoría de la clase trabajadora mantiene su confianza en el bipartidismo? Estas preguntas deben responderse antes de insistir en llamados vacíos a tomar las calles sin una verdadera organización de clase.
El desafío: una organización política independiente de la clase trabajadora
El bipartidismo burgués no ofrece soluciones reales. Tanto republicanos como demócratas representan intereses capitalistas, aunque con matices distintos. En el caso de Trump, su visión conservadora y nacionalista intenta revivir una era capitalista patriarcal que ya no puede sostenerse, mientras que otros sectores del sistema buscan adaptarse a las demandas del capital financiero.
Pero más allá de estas divisiones, lo que queda claro es que las contradicciones del sistema capitalista están llegando a un punto crítico. Mientras la clase trabajadora enfrenta más miseria, los capitalistas continúan saqueando las riquezas del mundo.
No es momento de permanecer en lamentos sobre el triunfo de Trump. La historia tomará su juicio, pero mientras tanto, la clase trabajadora debe formar sus propios orgsnismos políticos. Es necesario construir comités independientes que trasciendan la lucha en las calles y comiencen a transformar esta democracia en una herramienta para las mayorías trabajadoras.
El desafío es claro: abandonar la falsa esperanza en los líderes burgueses y avanzar hacia una verdadera organización de clase que permita a los trabajadores/as tomar el control de su destino.