A punto de culminar la fiesta electoral: Los Retos de la clase trabajadora continúan
Por Isabelino Montes
El telón cae sobre la temporada de campañas electorales en Puerto Rico, cerrando una jornada dominada una vez más por el bipartidismo del Partido Nuevo Progresista (PNP) y el Partido Popular Democrático (PPD). Este proceso, caracterizado por un interés incesante en retener el poder, ha estado plagado de irregularidades, comenzando con la manipulación de la Comisión Estatal de Elecciones. Desde obstáculos en la suscripción de votantes, pasando por irregularidades en el voto adelantado y la participación de personas que hace años no residen en la isla, hasta el insólito caso de los "muertos votando", cada episodio expone una debilidad democrática que evidencia el control que ejerce una minoría en el poder, reforzada por sus representantes coloniales.
Estados Unidos, aunque menos evidente en cuanto a irregularidades, comparte una debilidad democrática similar en su proceso electoral. La burguesía domina de manera clara las elecciones en EE.UU., alienando a la clase trabajadora de la política y transformando la democracia en un ideal lejano y vacío para las masas obreras. Los bajos niveles de participación reflejan un desencanto generalizado, con trabajadores que perciben su única vía de progreso en un esfuerzo incesante por vender su fuerza laboral. Es el sistema capitalista, en su afán por explotar al máximo, el que obliga a muchos a sostenerse con dos o tres empleos solo para subsistir.
En este contexto, la clase rica de Estados Unidos encuentra una oportunidad para intensificar la explotación laboral, mientras el trabajador promedio busca desesperadamente cómo sobrevivir en una sociedad que lo exprime y deshumaniza. La necesidad de una organización obrera renovada, capaz de enfrentar las limitaciones impuestas por el sistema capitalista, es urgente y evidente.
Las elecciones, regidas por los mismos principios que la economía capitalista, se han convertido en una transacción monetaria más. La contradicción alcanza niveles absurdos al permitir apuestas en los resultados electorales. El sistema político burgués en Estados Unidos se sostiene sobre una farsa monumental, que convierte cada aspecto, incluyendo el derecho al voto, en un mero objeto de comercio. La democracia es, así, otro espectáculo vacío, comparable a un reality show, donde el fetiche de la mercancía reina sobre los valores y derechos.
Puerto Rico, envuelto en la misma desprotección y vacío político como territorio colonial de Estados Unidos, sufre las consecuencias de esta situación. Mientras tanto, la clase trabajadora estadounidense se ahoga bajo el peso de deudas, recortes de derechos laborales, subcontrataciones, jornadas dobles y triples, impuestos, y un costo de vida que solo aumenta. Con el gobierno estadounidense plenamente consciente de esta realidad, el sostén de los fondos federales que financian a la isla se torna cada vez más insostenible.
Esto plantea un cambio en las relaciones coloniales entre Puerto Rico y Estados Unidos. Sin embargo, no se trata de una conciencia generalizada entre los trabajadores en EE.UU. sobre el destino de sus impuestos, sino de un sistema que desatiende los beneficios sociales y profundiza la explotación. Mientras los costos de renta, hipotecas, atención médica, educación, transporte y alimentos suben, el excedente de trabajo obrero se desvía a la inversión capitalista en lugar de sostener una red de bienestar social.
En Puerto Rico y EE.UU., la clase trabajadora se enfrenta a la misma realidad: "los salarios ya no alcanzan para vivir", "hay trabajo, pero la paga es insuficiente". Así, en una sutil y desesperante ironía, Puerto Rico se une a la misma lucha de la clase obrera estadounidense. Este eco de descontento no pasa desapercibido para ciertos sectores del poder. Representantes políticos de los intereses capitalistas en Estados Unidos, entre ellos Alexandra Ocasio y Nydia Velázquez, han dejado claro su apoyo a Juan Dalmau como la figura ideal para gestionar los fondos federales con miras a una posible libre asociación o independencia para la isla.
El objetivo parece claro: Dalmau, con el respaldo de EE.UU., administraría estos recursos para promover una relación más autónoma. La posible "dupleta" Kamala-Dalmau es una apuesta estratégica, un intento de construir una fachada democrática que satisfaga las aspiraciones del pueblo mientras asegura los intereses capitalistas.
Sin embargo, esta campaña electoral, a pesar de su despliegue artístico y festivo, no es un fin en sí mismo. La clase trabajadora consciente entiende la importancia de aprovechar este ciclo electoral en Puerto Rico, no solo para expulsar a los corruptos, sino para sentar las bases de un cambio real. Un voto por Dalmau es una muestra de conciencia progresista, una señal de que el pueblo se dirige hacia un futuro distinto. No obstante, para trascender, debemos ir más allá de la administración de los fondos y reconocer las contradicciones inherentes al sistema capitalista, que persisten más allá de la corrupción endémica del PNP y el PPD.
Que el cierre de campaña sea un momento de celebración porque Puerto Rico merece enfrentar a los partidos corruptos. Pero lo más importante es que, sin importar quién gane, la clase trabajadora debe organizarse de forma política e independiente de los partidos de la burguesía representados en el Movimiento Victoria Ciudadana, el Partido Independentista Puertorriqueño, y los tradicionales PNP y PPD. La creación de comités de barrio y de trabajadores es una necesidad inmediata para constituir un programa político basado en los intereses reales de la clase trabajadora.