Puerto Rico asediado por el bipartidismo de EEUU y sus monopolios energéticos

Por Isabelino Montes

Los rasgos que caracterizan al bipartidismo en Estados Unidos y Puerto Rico son cada vez más similares: ambos revelan profundos colapsos democráticos. Un ejemplo reciente es el magnate multimillonario que respalda a Donald Trump, quien está ofreciendo un millón de dólares a votantes que firmen su petición de apoyo a la Constitución. La libertad y el poder que sienten estos magnates, desde hacer fiestas denigrantes hasta comprar votos de una población vulnerable, es una desfachatez hacia las masas obreras.

Este multimillonario, fundador de Tesla y SpaceX, y propietario de X, Elon Musk, ha comprometido al menos 70 millones de dólares para ayudar a la campaña de Trump. Además, promete regalar un millón de dólares a los votantes que firmen la petición de su supercomité de acción política en apoyo de la Constitución, específicamente la Primera Enmienda, que protege la libertad de expresión, y la Segunda Enmienda, que contempla el derecho a poseer y portar armas.

Más allá de las posibles implicaciones legales de este acto, debido a que los PAC exigen el registro previo para optar al cheque de un millón de dólares, este suceso pone en duda la autenticidad de la democracia estadounidense. Los ricos, a través de sus aportaciones millonarias, dictan las reglas del juego político, dejando a la clase trabajadora como mera espectadora. Ambos partidos, demócratas y republicanos, siguen un patrón similar, y la clase productora, responsable de todas las riquezas de la nación, es reducida a decidir entre "el mal menor", mientras sus condiciones de vida continúan deteriorándose.

El fraude del bipartidismo y su impacto en la clase trabajadora

Expertos en ciencias políticas han señalado que, si bien pagar a la gente por firmar una petición puede no ser técnicamente ilegal, el problema radica en que solo los votantes registrados pueden participar en este tipo de sorteos, lo que sí lo convierte en un acto ilegal. Sin embargo, lo más preocupante es que esta táctica de compra de votos no es completamente condenada en el marco jurídico de la democracia estadounidense. Esto pone al descubierto cómo el aparato estatal capitalista opera en función de los intereses de la clase rica para captar el voto de la mayoría obrera.

El interés de este multimillonario en apoyar a Trump es claro: expandir su imperio empresarial, especialmente en la producción de carros eléctricos, baterías y otros equipos adaptados a las políticas energéticas modernas. Su lucha no solo es interna, sino también global, enfrentándose al mercado chino en la producción de vehículos eléctricos.

Por un lado, los republicanos buscan fortalecer la industria estadounidense, particularmente a través de Tesla, mientras que los demócratas apuestan por otros sectores de la energía renovable, como los financiamientos de proyectos. En ambos casos, los multimillonarios siguen siendo los principales beneficiarios, siempre y cuando contribuyan a las campañas políticas.

La conexión entre Puerto Rico y el dominio capitalista en la energía renovable

Cuando se trata de las políticas exteriores de Estados Unidos, tanto demócratas como republicanos se reparten los beneficios. Puerto Rico es un claro ejemplo de esto. Las embajadoras del capital energético renovable, Nydia Velázquez y Alexandria Ocasio-Cortez, han promovido proyectos respaldados por AES para la instalación de placas solares y baterías en terrenos agrícolas en Salinas y Guayama. A su vez, Genera PR, subsidiaria de New Fortress Energy, ha seleccionado a Tesla para un proyecto de $760 millones financiado con fondos federales para adquirir Unidades de Almacenamiento de Energía con Baterías.

Este interés por el Caribe como nuevo mercado de energía renovable demuestra cómo empresas como la de Elon Musk, respaldadas por los republicanos, buscan apropiarse de fondos públicos federales. Tesla Puerto Rico LLC, al ser seleccionada para este proyecto, representa una clara intención de monopolizar los recursos energéticos en la isla, beneficiándose de inversiones que no dejarán nada en la economía local. Mientras tanto, el pueblo puertorriqueño pagará las consecuencias con préstamos y facturas cada vez más altas.

La realidad colonial y la subordinación energética de Puerto Rico

Lo más impactante es que ningún candidato electo en Puerto Rico tiene el poder de decidir sobre estos proyectos; la Junta de Control Fiscal, impuesta por la administración de Obama, es la que tiene la última palabra. Este es el verdadero rostro del bipartidismo estadounidense: los intereses capitalistas determinan las políticas, y Puerto Rico queda una vez más atrapado en su colonialismo energético.

El mercado de la energía renovable está en plena expansión, especialmente en el Caribe. Sin embargo, la verdadera lucha debe centrarse en la soberanía energética. La Alianza, como partido alternativo, debe dejar clara su postura: ¿apoya la restitución pública de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) y el desarrollo de cooperativas y microredes energéticas, o seguirá permitiendo que las empresas estadounidenses controlen los recursos energéticos de Puerto Rico? La posibilidad de unificar a los países del Caribe para emanciparse de esta dependencia energética es real, pero requiere esfuerzo y voluntad política de la clase trabajadora.

El futuro de la lucha energética: unidad obrera caribeña

La democracia sigue debilitándose bajo el control de una minoría capitalista que domina a la mayoría de la población. Para acabar con el bipartidismo que perpetúa esta situación, la clase trabajadora de Puerto Rico debe organizarse de manera independiente, fuera de los partidos burgueses que sirven a los mismos intereses. Es fundamental luchar no solo contra el bipartidismo en Puerto Rico, sino también en Estados Unidos, donde se originan las políticas que nos colonizan.

El primer paso hacia un verdadero cambio energético es la unificación de la clase trabajadora caribeña en torno a un programa que responda a los intereses de los países del Caribe, y no a los del capital. De lo contrario, seguiremos siendo peones en un juego donde los ricos se reparten nuestras riquezas, mientras nosotros sufrimos las consecuencias.

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