El espejismo electoral en Estados Unidos: Cómo el bipartidismo traiciona a la clase trabajadora

Trump y Kamala en el debate presidencial

El reciente debate entre Kamala Harris y Donald Trump demuestra las limitaciones del bipartidismo en EE.UU. Ambos partidos sirven a los intereses capitalistas y no ofrecen soluciones reales para la clase trabajadora. La organización independiente es clave para un futuro más justo, en EE.UU. y Puerto Rico.

por Inés Alvarado

El reciente debate entre Kamala Harris, actual vicepresidenta y candidata demócrata, y el ex presidente Donald Trump ha revelado, una vez más, la trampa del bipartidismo en Estados Unidos. Este espectáculo, más cercano al entretenimiento que a un debate político serio, dejó en evidencia las profundas fallas de un sistema electoral que no favorece a las mayorías, especialmente a la clase trabajadora. Ambos contendientes intercambiaron ataques personales y discursos populistas, pero la gran perdedora de la noche, como en cada elección, fue la clase trabajadora, atrapada entre dos partidos que, en última instancia, no responden a sus intereses ni a las necesidades reales del pueblo.

La discusión inicial se centró en la crisis económica que afecta a millones de estadounidenses. Harris, en un tono moderadamente populista, intentó conectar con la clase media, afirmando que comprende sus dificultades. Sin embargo, sus propuestas carecieron de profundidad. Sus promesas sobre incentivos de vivienda y apoyo a las familias trabajadoras fueron vagas y no abordaron las raíces estructurales de los problemas económicos. Por otro lado, Trump optó por culpar a la administración de Biden por la crisis actual, asegurando que había dejado una economía "fuerte" cuando dejó la presidencia, a pesar de que las cifras y los hechos cuentan otra historia. Sus palabras fueron una repetición vacía de promesas pasadas que nunca se materializaron para mejorar la vida de los trabajadores.

Lo más preocupante fue la falta de contenido real en las propuestas de ambos candidatos. En lugar de discutir políticas sustanciales, el debate se degradó a ataques personales y afirmaciones sin fundamento. Trump, fiel a su estilo, recurrió a comentarios xenófobos y racistas, acusando a los inmigrantes haitianos en Ohio: “En Springfield, [los migrantes] se están comiendo a los perros, la gente que ha llegado, se está comiendo a los gatos, se está comiendo a las mascotas de la gente que vive allí”, una afirmación completamente falsa y proveniente de las conspiraciones de la extrema derecha en Estados Unidos. Esta retórica divisiva solo busca desviar la atención de los verdaderos problemas: el estancamiento de los salarios, el aumento del costo de vida y las condiciones laborales precarias que afectan a la clase trabajadora. Con ello, no solo perpetúa la narrativa del miedo, sino que contribuye a dividir a los trabajadores entre sí, una táctica clave en la perpetuación del bipartidismo.

Por su parte, Kamala Harris, aunque evitó el nivel de ataques personales de Trump, tampoco ofreció una visión clara para la clase trabajadora. Su historial como fiscal general en California, conocido por políticas represivas hacia las comunidades marginadas, sigue siendo un obstáculo para muchos progresistas. Su enfoque respecto a la inmigración y la frontera con México no es más que una continuación de las políticas de control y militarización que ambas administraciones han implementado en los últimos años. A nivel internacional, su apoyo a Israel y al complejo militar-industrial estadounidense demuestra que su lealtad está alineada con los intereses de las élites económicas, no con los de la mayoría trabajadora.

El verdadero problema aquí radica en el bipartidismo, un sistema que limita las opciones políticas a dos partidos que, si bien difieren en su retórica, en esencia sirven a los mismos intereses: las grandes corporaciones y Wall Street. La clase trabajadora se encuentra atrapada en un ciclo electoral en el que ninguna de las opciones en el poder representa realmente sus intereses. Existen partidos alternativos como el Partido Verde o el Partido Socialista por la Liberación (PSL), pero el sistema electoral está diseñado para mantener a estos partidos fuera del juego, haciéndolos casi invisibles para la mayoría del electorado. La democracia estadounidense, con su profunda desigualdad económica, sigue controlada por multimillonarios que financian campañas y aseguran que los partidos dominantes sigan sirviendo a sus intereses.

Esperar un cambio sustancial a través del voto en este sistema es un espejismo. La única solución para la clase trabajadora no está en las urnas, sino en la organización independiente de los partidos burgueses. La verdadera liberación vendrá de una clase trabajadora que comprenda su situación y se organice políticamente para luchar contra este sistema que la oprime y la explota.

El bipartidismo no solo ha fallado en proporcionar soluciones reales a los problemas de los trabajadores en Estados Unidos, sino que además ha creado una maquinaria mediática que reduce los debates políticos a meros espectáculos, más cercanos al marketing empresarial que a la resolución de problemas serios que afectan al país y al mundo. Las decisiones políticas que se toman en estos escenarios determinan el pan que llevamos a nuestras mesas, las condiciones en las que vivimos y las oportunidades que tenemos para prosperar. Es fundamental que la clase trabajadora no se mantenga al margen de la política durante los cuatro años entre elecciones, sino que se organice de manera permanente para presionar y luchar por sus derechos.

Este fenómeno no es exclusivo de Estados Unidos. En Puerto Rico, por ejemplo, el bipartidismo también domina el panorama político, con partidos que, como en Estados Unidos, responden a los intereses económicos de las élites en lugar de a los de la población trabajadora. En la isla, el bipartidismo se forma a través de mutaciones que con el tiempo, formaron el populismo del Partido Popular Democrático (PPD) que nació del seno de la Confederación General de Trabajadores (CGT) en la década de los 30 y el Partido Nuevo Progresista (PNP) que se vinculó más a los sectores más empobrecidos de zonas rurales y sectores empresariales que aprovecharon oportunistamente la llamada estadidad jíbara para desarrollar empresas importadoras de la burguesía criolla. Ahora nuevas vertientes se avecinan con las nuevas alianzas y partidos como el Movimiento Victoria Ciudadana (MVC) y el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP), que, aunque ofrecen una imagen de cambio, siguen operando dentro de los límites de un sistema capitalista obsoleto.

En conclusión, el reciente debate entre Kamala Harris y Donald Trump es solo una muestra más de las limitaciones inherentes al bipartidismo en Estados Unidos. Ninguno de los dos partidos ofrece soluciones reales a las necesidades de la clase trabajadora, y ambos están al servicio de los intereses capitalistas. La clase trabajadora debe comprender esta realidad, organizarse y luchar por un sistema verdaderamente democrático y equitativo, tanto en Estados Unidos como en Puerto Rico. Solo a través de una lucha organizada e independiente se podrá garantizar un futuro más justo para todos.

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